
Maria está agotada. Es profesora y da clases a niños de 11 años, pero no es capaz de centrarse en sus alumnos. La culpa no es suya. Su trabajo le gusta. Es vocacional. El problema es Danny, que es un gamberro, una manzana podrida, y ella tiene que gastar toda su energía en que no haga de las suyas. Porque Danny es imprevisible y lo único seguro es que va a provocar el caos. Maria es la profesora de Bad Apples, el oportuno debut en la dirección de Jonatan Etzler, que adapta la novela De Oönskade de Rasmus Andersson. El resultado es una deliciosa comedia negra amena y simpática con una divertidísima Saoirse Ronan.
Bad Apples despega el vuelo cuando, tras lanzar a una compañera de clase por las escaleras y romperle el brazo, Danny (Eddie Waller) es suspendido del colegio. Maria (Ronan) entonces intenta contactar con su padre para hacerle saber lo que ha hecho su hijo, pero no hay manera de que coja el teléfono. Así que ella se va buscarlo para decírselo en persona. El padre de Danny es repartidor y no parece interesarse mucho por su hijo, el mismo que está al lado con una barra de metal destrozando coches. El de Maria incluido. Cuando lo descubre, la protagonista intenta detenerle y, en el forcejeo, Danny se desmaya. Maria quiere llevarle al médico, pero él la amenaza con contarles a todos que le ha atacado. Después de esto, una cosa lleva a la otra y, bueno, Danny termina secuestrado en el sótano de la casa de Maria.
Es un crimen, sí, pero tenerle encerrado y lejos de clase hace que ella pueda mejorar como profesora. También sus alumnos avanzan. Maria, que vive en esa casa que compró con el que era su novio, pero quien la dejó por otra mujer. Maria, que lo único que hace fuera de su trabajo es jugar a un videojuego de tractores con el que ara la tierra. Maria, que vive sin ganas, empieza entonces a florecer. Y aquí entra el debate moral de la película porque, aunque Danny está encerrado y atado con un arnés a la pared, ha aprendido a leer y a escribir en su tiempo de cautiverio junto a Maria. Ella sigue ejerciendo de profesora con él y un poco de madre también. Digamos que, de una forma extraña, le cuida.
Surrealista y divertida

Pulse Films
Bad Apples calcula bien los ritmos, las sorpresas y las tensiones. El filme es una crítica a la falta de recursos en el sistema educativo, pero lo que es, sobre todo, es un ejemplo de que una historia pequeña con una buena actriz protagonista puede convertirse en un logrado proyecto cinematográfico. Ronan sabe ser, a la vez y en todas partes, perdedora, divertida, patética y entrañable. La actriz sabe muy bien cómo equilibrar las peculiaridades de su personaje para dotarle de sentido y hacerle realista. Es siempre un gusto verla delante de la cámara.
El gran descubrimiento de la película de Etzler es el de Nia Brown, que interpreta a Pauline, una alumna a la que sus padres tampoco hacen demasiado caso y que está obsesionada con su profesora Maria. Bad Apples, en su crítica, también hace una comparación entre ella y Danny: dos niños en una situación parecida pero con una economía familiar opuesta. Pauline está involucrada en muchos de los momentos más cómicos del filme y, cuando de verdad alcanza su punto álgido, es cuando la niña descubre el secreto de Maria. El chantaje enciende la trama y todo se vuelve surrealista a la par que divertido.
La manzana de Eztler no está podrida ni mucho menos. Al contrario, todavía no ha madurado, pero va camino de convertirse en una buena pieza de fruta.