
A Harris Dickinson no le da miedo ser desagradable. Ni como actor ni como director. Ha demostrado que le gusta jugar con la provocación. Ahí están El triángulo de la tristeza (2022) y Babygirl (2024). También ha participado en proyectos blancos y amables, pero parece que está más interesado en no agradar a todo el mundo. Por eso, quizá, su debut en la dirección es un relato amargo de un hombre condenado a una vida desgraciada. Urchin es la primera película de Dickinson detrás de las cámaras y, al ahora director, le ha salido un filme que, aunque imperfecto, supone un prometedor inicio como cineasta.
Urchin -en argot inglés significa «niño pequeño que va vestido de forma andrajosa»- es la historia de Mike (Frank Dillane), un joven que lleva cinco años sin hogar, consume drogas, mendiga y roba. La primera vez que le vemos, es hecho una bola en medio de la calle. Está dormido y una mujer, predicando la palabra de Dios, le despierta. Arranca un nuevo día para Mike. Su rutina consiste en pedir dinero, buscar algún sitio para cargar el móvil y otro en el que descansar por la noche. Al día siguiente, un poco más de lo mismo: encontrar algo que llevarse a la boca y pelearse con otro sintecho que le ha robado la cartera. Llegan a las manos y un hombre intenta separarles. Cuando se ofrece a comprarle algo de comida, Mike aprovecha para darle una paliza y robarle el reloj. La policía le pilla y va directo a la cárcel.
Cuando sale en libertad, Mike está decidido a cambiar su vida: consigue trabajo como chef en el restaurante de un hotel y un albergue en el que vivir. Lleva ya bastante tiempo sin consumir sustancias y se ha echado un par de amigas nuevas que no le llevan por el mal camino. Todo parece asentarse. Todo parece ir por el buen camino. Pero un reencuentro con el hombre al que dio una paliza remueve algo en él y todo cae en picado de nuevo: le despiden, su estancia en el albergue llega a su fin, consume drogas y alcohol y la chica con la que ha empezado un amago de relación le ha dejado bien claro que le da asco. A la mierda todo. Vuelta a empezar.
Un pícaro carismático y encantador

Devisio Pictures / Somesuch / BBC Film / BFI / Tricky Knot
Urchin, que también juega con lo onírico, es un relato circular. Al final del filme, Dickinson envía a Mike al principio de la historia. Le lanza a los infiernos para que la historia se repita. Mike está condenado a no mejorar nunca, a que todo le vaya siempre mal y a no conocer el éxito, pero sí a saborearlo un poco. Mike es una suerte de Jude St. Francis, el protagonista del libro Tan poca vida de Hanya Yanagihara: hombres a los que la tragedia se les ha agarrado al cuerpo.
Quizá, por eso, Dickinson no acerca demasiado la cámara a su protagonista. Mike siempre está lejos, como si el punto de vista fuese el de cualquier viandante que lo evita. La sociedad le margina y también la imagen.
Frank Dillane interpreta al protagonista de Urchin. El actor se somete a la dirección de Dickinson dando forma a un pícaro carismático y encantador que navega como puede en un mundo que no le pone las cosas fáciles. Dillane tiene fuerza, gracejo y su interpretación es de esas que hacen más interesante una película ya de por sí interesante. Su personaje, que nace de la mano de Dickinson -también escribe el guion-, es uno bien construido y al que apetece seguir en sus maltrechas aventuras diarias.
Urchin, que también funciona como crítica social, es un buen debut de Dickinson como director. A la historia, en ocasiones, le falta agilidad, pero el filme tiene suficientes ingredientes atractivos como para saber que a Dickinson le va a ir bien si sigue explorando su faceta como contador de historias.