
«Te queda un sabor agridulce». Con ese sentimiento cerramos nuestro recorrido por la 82ª edición del Festival de Cine de Venecia. El broche de oro lo ha puesto Dead Man’s Wire, un filme de Gus Van Sant «que tiene poca ambición«. «Es una gran película para cualquier director que no se llame Gus Van Sant», afirma el crítico y ‘publisher’ de SensaCine Alejandro G. Calvo. «A Gus Van Sant siempre le pido más», indica. «Siempre espero que me parta un poco la cabeza con un hacha».
Dead Man’s Wire es la historia real de Tony Kiritsis, un hombre que, en 1977, pidió un préstamo para comprar un terreno y, tras perderlo todo y sentirse estafado, decidió tomarse la justicia por su mano. Acudió a las oficinas de la empresa de préstamos, secuestró durante tres días al hijo del dueño y le puso un «dead man’s wire». Es decir: un alambre amarrado a su cuello y al gatillo de una escopeta de cañón recortado. El suceso tuvo un gran nivel mediático y Tony se convirtió en un héroe de a pie.
Un relato pequeño «que funciona muy bien»

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Van Sant lleva, como afirma G. Calvo, sin hacer una gran película mucho tiempo. La última fue Mi nombre es Harvey Milk (2008), que narra la historia real del primer político abiertamente homosexual, a quien interpretó Sean Penn.
El cineasta, caracterizado por hacer cine de vanguardia, cuenta en su filmografía con dos tipos de proyectos muy diferentes: filme personales como su Trilogía de la muerte -formada por Gerry (2002), Elephant (2003) y Last Days (2005)- y otros por encargo. Dead Man’s Wire es de los últimos.
Bill Skarsgård, Dacre Montgomery, Al Pacino y Colman Domingo lideran el elenco principal de Dead Man’s Wire. Van Sant, como señala G. Calvo, «le da mucho estilo al relato, que es uno muy pequeño pero que funciona muy bien». «Recuerda mucho en espíritu a Tarde de perros de Sidney Lumet», compara.
La recreación de los años 70 en el filme está muy conseguida y el cineasta mezcla imágenes televisivas reales del suceso con la ficción que reconstruye. «Es clavada», afirma el crítico. «Es una peli pequeña de un héroe urbano que la monta parda, pero en el contexto tiene su humor, su violencia, su suspense y su denuncia sociopolítica», concluye.