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mayo 27, 2025Juan De la Cruz, de 17 años, y Ameyali Aguilar, de 18, dos jóvenes originarios de Nuevo León, desarrollaron “CAMO”, un dispositivo de bajo costo capaz de condensar la humedad del aire para producir agua potable.
La idea de CAMO surgió en 2022 durante la severa crisis hídrica que afectó al estado de Nuevo León, una de las peores en tres décadas. Los estudiantes creadores del proyecto vivieron directamente las consecuencias de esta emergencia: falta de agua para actividades básicas como bañarse, lavar ropa o asistir a clases, y un aumento de los golpes de calor. Al mismo tiempo, se integraron a un equipo de robótica con enfoque social, que les propuso desarrollar un proyecto con impacto comunitario. Dado que estaban atravesando la crisis en carne propia, decidieron abordarla directamente mediante su proyecto, motivados tanto por necesidad personal como por empatía hacia quienes también la sufrían.
La innovación fue reconocida con el Logro Distinguido en la tercera edición del Global Slingshot Challenge 2025, una iniciativa impulsada por la National Geographic Society y la Fundación de la Familia Paul G. Allen, que premia las ideas más audaces para enfrentar las crisis ambientales globales. En esta edición participaron más de 5,700 jóvenes de 96 países. Solo 15 proyectos fueron galardonados.
Originalmente, CAMO fue concebido como un filtro de agua utilizando moringa y carbón activado, de donde proviene su nombre (CA de carbón, MO de moringa). Sin embargo, investigaciones posteriores revelaron que esta solución no era adecuada para la situación de Monterrey, donde las fuentes de agua estaban altamente contaminadas y las presas casi vacías. Además, en visitas a comunidades cercanas a cuerpos de agua, notaron que los ríos estaban contaminados por desechos industriales, lo cual hacía riesgosa la filtración si no era perfecta.
Ante estos hallazgos, decidieron cambiar completamente el enfoque hacia la generación de agua a partir de la humedad del ambiente, a través de un generador de agua atmosférica.
Mariana, una de las integrantes, compartió cómo vivió personalmente la crisis: ella y sus compañeros asisten a una preparatoria de alto rendimiento que raramente suspende clases, pero que en esa ocasión debió hacerlo por la falta de agua. En su hogar, los cortes eran constantes y debían apresurarse para aprovechar los pocos minutos con suministro. “Esto nos hizo reflexionar sobre la situación de las personas en zonas rurales o con menos recursos, que seguramente sufrían aún más”, explicaron Juan De la Cruz, de 17 años, y Ameyali Aguilar, de 18.
Tecnología con propósito
CAMO funciona replicando el ciclo natural del agua: evaporación, condensación y precipitación. El dispositivo aprovecha el punto de rocío, es decir, la temperatura a la que el vapor de agua en el aire se condensa en líquido. Para lograrlo, utilizan celdas Peltier —pequeños dispositivos eléctricos que, al recibir corriente, generan frío en un lado y calor en el otro. Se colocan disipadores para manejar el calor, y el lado frío permite condensar agua sobre una superficie.
“Una de las principales ventajas de CAMO es su accesibilidad. El primer prototipo fue construido a partir de piezas recicladas de una computadora donada, con un gasto mínimo en la celda Peltier”, explicaron.
Pero la propuesta va más allá de la eficiencia técnica: el dispositivo fue diseñado explícitamente para operar sin depender del plástico, una decisión estratégica frente al enorme volumen de residuos que genera el consumo de agua embotellada en México. A diferencia de la desalinización, que requiere grandes cantidades de energía y produce residuos salinos contaminantes para los ecosistemas marinos, CAMO no genera impactos ambientales negativos de ese tipo. Aunque el prototipo actual consume bastante electricidad, el equipo trabaja activamente en reducir este consumo inspirándose en investigaciones de universidades y proyectos similares, buscando simplificar y adaptar tecnologías avanzadas para hacerlas replicables con materiales comunes, como componentes de desecho electrónico.
“El agua embotellada resuelve una necesidad, pero genera otra. Queríamos una solución que ayudara a las personas sin dañar al planeta”, explicaron Juan y Ameyali en entrevista con WIRED, quienes contaron con el acompañamiento técnico de Pamela Silva, ingeniera egresada del MIT y exploradora de National Geographic. Su asesoría fue clave para optimizar el prototipo y adaptarlo a contextos rurales y urbanos.
“La mayoría de los sistemas de este tipo en el mercado son muy caros o requieren infraestructura sofisticada”, explican los jóvenes. “Nosotros quisimos algo que pudiera ensamblarse con componentes accesibles y energía mínima”.
Un prototipo que avanza
Actualmente, el prototipo genera aproximadamente 3 mililitros de agua en 20 minutos, bajo condiciones cerradas de prueba. Sin embargo, el equipo sabe que en ambientes abiertos y con mayor humedad, el rendimiento mejoraría. “Nos encuentramos en una fase inicial de prototipado y, gracias a un apoyo de National Geographic, esamos trabajando en mejorar los disipadores de calor y explorar modificaciones en las celdas Peltier”, explicaron. Además, están experimentando con nuevos materiales que podrían alterar la resistencia interna de las celdas, mejorando su eficiencia.
También están interesados en implementar principios de condensación pasiva, como los estudiados en el MIT, donde se utiliza electricidad para atraer vapor de agua a superficies metálicas, facilitando la condensación. El prototipo actual no produce agua potable, pero el objetivo final es desarrollar una versión que sí lo haga. La condensación produce agua pura, pero debido a la contaminación del aire en Monterrey, puede haber impurezas. Por esta razón, contemplan la incorporación de filtros de carbón activado para eliminar contaminantes, y la adición de sales minerales —como la sal de mesa— para evitar que el agua ultra pura deshidrate al ser consumida. Estas etapas forman parte de su plan para asegurar que el producto final sea seguro y útil tanto para consumo humano como para otros usos.
Hoy, CAMO no es solo un dispositivo: es símbolo de un cambio de paradigma impulsado por la juventud, que combina tecnología, empatía y conciencia ambiental. “El reconocimiento de National Geographic fue un impulso. Nos demostró que vamos por buen camino, pero también nos hizo ver que hay muchas más personas, en muchos otros lugares, enfrentando la misma urgencia”, agrega.