
John Wayne, a través de sus numerosos papeles que comenzaron en la época de cine mudo, se convirtió en todo un símbolo de lo masculino y rudo de la sociedad estadounidense. Su forma de caminar, su envergadura, el tono de su voz… Todo encajaba en el prototipo de «hombre de verdad» que muchos querían perseguir en la época de los 50. Por eso cuando llegó el director Robert Aldrich y le propuso hacer una comedia, Wayne tuvo que declinar la oferta.
El proyecto terminaría titulándose El rabino y el pistolero, un western con toques de humor que podría habernos dejado ver al famoso actor en una nueva comedia, pero que terminó en manos de Gene Wilder y un jovencísimo Harrison Ford que aún andaba buscando su sitio en Hollywood. Esta tarde tienes una oportunidad para verla porque la emiten en Trece a las 16.30h. Si no llegas a tiempo, puedes alquilarla en Prime Video por 2,99€ o en Apple TV por 3,99€.
En El rabino y el pistolero, un rabino que acaba de graduarse a duras penas llega a Filadelfia en su camino hacia su nueva congregación. Avram es un hombre inexperto e inocente que se encuentra con tres estafadores. Los hermanos Diggs y su socio, el Sr. Jones, le piden dinero para pagar una carreta e ir hacia el Oeste, pero le roban y abandonan con una mano delante y otra detrás. Avram termina haciéndose amigo de Tommy Lillard, un ladrón de bancos que, sin embargo, tiene buen corazón y queda conmovido por la franqueza del rabino.
El papel del rabino fue para Gene Wilder y el del ladrón de bancos estaba pensado para John Wayne; sin embargo, el equipo no logró convencerle ni después de siete años de negociaciones. Aunque algún periodista, como John J. Puccio de Movie Metropolis, escribió que Wayne estaba «entusiasmado con la idea», el propio Wilder admitió que era prácticamente imposible que aceptara el papel. «¿Estás bromeando? ¿Cómo podríamos conseguir a John Wayne?», recoge su autobiografía, Kiss Me Like a Stranger: My Search for Love and Art.
«Cada vez que el director me miraba pensaba en lo infeliz que estaba»
Aunque Wilder sabía que era muy difícil conseguir a Wayne, el director Robert Aldrich aún tenía alguna esperanza. Por eso, después de darse cuenta de que no lo iba a conseguir, quedó bastante decepcionado y eso provocó tensiones en el set con Harrison Ford, el pobre actor que llegó para sustituir al insustituible.
«Creo que cada vez que Aldrich miraba a Harrison, veía a John Wayne», declaró Mace Neufeld, el productor de la cinta, «Harrison lo sabía, pero siempre era divertido estar con él, muy gracioso». Y Ford se daba cuenta, claro: «cada vez que el director, Robert Aldrich, me miraba, pensaba en lo infeliz que estaba por no tener a John Wayne», según contó al medio Tribune Business News.
Quizás por eso el resultado del largometraje no fue el esperado. El rabino y el pistolero no es ni una comedia destacada ni una pieza importante del western. Al final se queda a medio camino y su historia detrás de las cámaras ha terminado siendo más interesante que lo que pasa en pantalla.