La fórmula es del PSG, no de la Premier

Barça y PSG podrían perfectamente volver a citarse el 30 de mayo en Budapest y sería una muy mala noticia para los de Flick y para cualquiera que lo intente. Todo apunta a un largo reinado de un equipo que ahora roza la perfección. Le sobran método, físico, talento y plantilla. Podría decirse que también dinero, pero eso lo ha tenido en las últimas dos décadas y fue incapaz de llegar tan lejos como le ha llevado Luis Enrique. Al Khelaifi, que departió en el palco de Montjuïc con Laporta y Ceferin como si la Superliga nunca hubiera existido, descubrió al fin que el barco no se guía por la estrellas, que se precisa un gran patrón.

Ante el mejor Barça de los últimos años, al que también le faltaban Joan García, Raphinha y Fermín, el PSG se presentó sin un Balón de Oro ni sus dos acompañantes. Tampoco estaba Marquinhos. A Donnarumma, el Yashin del año, le dejó salir este verano. Del once con el que hizo trizas al Inter en la última final de la Champions solo repitieron cinco, pero fue inapreciable la mutilación. Agotó al Barça y le pasó por encima con los que salieron de inicio y con los que llegaron después (Lucas, Kang-In Lee…) para demostrar que el éxito es coral, que los automatismos son imprescindibles y que el sacrificio concierne a todos.

El partido de Montjuïc también confirmó que hay fútbol más allá de la Premier. Quizá no sea casual que no haya habido ningún equipo inglés en las dos últimas finales de la Champions y que después de dos jornadas en la liguilla solo el Arsenal haya hecho pleno de victorias. Equipos que no son de su especie como el Galatasaray, el Bodo/Glimt o el Mónaco dejaron en evidencia a Liverpool, Tottenham o City después de que este verano los seis de la Premier que participan en esta Champions hayan gastado en jugadores 300 millones más que la Liga y la Bundesliga juntas. Sobra dinero y falta buen ojo.

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