Amaia es profesora de infantil en el País Vasco, su madre está en una residencia, postrada en cama. Amaia acaba de volver de Bélgica, donde ha estado viviendo hasta ahora, después de romper con su novio. Amaia es simpatizante de ETA y deja que la banda terrorista la utilice a ella y su casa. Amaia, en realidad, ni es profesora, ni vasca, ni ha vivido en Bélgica. Esa es la historia que cuenta y se cuenta. Amaia es guardia civil y va a pasar una década infiltrada en ETA. En sus primeros años, va a ayudar a detener a algunos miembros de la banda. En los últimos, su misión es la de localizar los zulos que tenían escondidos en el sur de Francia. Pero cuando vemos por primera vez a Amaia en pantalla, ella ni siquiera sabe cómo va a terminar todo esto: si viva o con un tiro en la nuca. Cuando empieza Un fantasma en la batalla, Amaia ya ha conseguido infiltrarse en ETA, pero todavía le quedan unos cuantos años de mentiras por delante.
Un fantasma en la batalla, la nueva película de Agustín Díaz Yanes, es un ‘thriller’ frío, que no siempre logra mantener la tensión. La película, ambientada en los años 90 y los 2000, está inspirada en una historia real: la de la mayor operación encubierta contra ETA, que supuso un punto de inflexión en la lucha antiterrorista en España.
Un ‘thriller’ frío

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Si te suena todo esto es porque Un fantasma en la batalla llega un año después de la magnífica La infiltrada (2024) de Arantxa Echevarría. El filme, que ganó el Goya a Mejor película -empatada con El 47 (2024)-, fue uno de los grandes títulos de 2024 y puede que eso perjudique a esta nueva adaptación de la mujer que se pasó ocho años conviviendo con terroristas. Aunque Un fantasma en la batalla intenta alejarse del filme de Echevarría afirmando que la historia de Amaia es solo un ejemplo de las de los demás infiltrados en la banda, puede que la sombra de La infiltrada todavía sea alargada.
Un fantasma en la batalla desperdicia una buena historia y a una aplicada y estupenda Susana Abaitua, que logra un gran trabajo con el personaje de Amaia. Pero la actriz poco puede hacer con un relato en el que la parte más íntima y personal de su personaje se explora de puntillas, despojando a Amaia casi de toda presión, temor y riesgo por la peligrosa misión que está llevando a cabo: si la descubren ya está. Se acabó. La misión y su vida.
Ariadna Gil y Raúl Arévalo también aparecen en Un fantasma en la batalla, pero sus personajes, etarras siempre sospechando de Amaia, siempre al borde de descubrirla; son un mero trámite en la historia. Igual que los encuentros entre Amaia y su superior, al que interpreta Andrés Gertrudix.
Hay algunos momentos conseguidos, unas pocas escenas en las que sí se palpa que la vida de Amaia está en peligro y todo el sacrificio que conlleva su trabajo, pero son tan escasos y efímeros que el relato se vuelve una sucesión de secuencias apáticas. La ambientación de la época y el lugar y las imágenes de archivo con los crímenes reales cometidos por la banda terrorista ayudan a andamiar la película y a darle realismo. Otro punto a favor es la música de Arnau Bataller, que logra que las emociones de algunos instantes impacten fuerte. Pero nada. Ni con esas Un fantasma en la batalla consigue aprovecharse de una historia que tiene todos los ingredientes para lucirse en una película.