
En Kapò, dirigida por Gillo Pontecorvo en 1960, un travelling muestra a una prisionera de un campo de concentración que decide suicidarse lanzándose contra la valla electrificada. El movimiento final de cámara -un travelling de acercamiento- se detiene en la mujer ya muerta, destacando su mano, en la que aún lleva el anillo de casada. Cuando Kapò se estrenó, ese travelling final llevó a Jacques Rivette a escribir un texto demoledor titulado ‘De la abyección’, en el que criticaba abiertamente a Pontecorvo. Para Rivette, ese movimiento de cámara era un subrayado innecesario, un intento de enfatizar algo que no requería ningún tipo de énfasis.
Porque lo que se muestra en ese plano -la muerte agónica de una prisionera en un campo de concentración- ya contiene todo el horror posible. Y el cine, especialmente cuando retrata hechos reales que son por sí mismos terroríficos, no necesita recurrir a subrayados ni artificios para conmover.
Lo que cuenta La voz de Hind es un hecho real espantoso. Es el sufrimiento, la agonía y la muerte de una niña de seis años en Gaza, atrapada en un coche que ha sido tiroteado brutalmente por el ejército israelí, y que tiene que convivir durante horas con los cadáveres de prácticamente toda su familia. El servicio de la Media Luna Roja logró contactar con ella y estuvo horas suplicando que por favor la fueran a rescatar, cosa que no ocurrió, y la niña acabó muriendo. Es un caso espantoso, abominable, que sirve como metonimia de lo que viene a ser el genocidio perpetrado en Gaza por el Estado israelí.
La grabación de Hind real es lo que escuchamos en la película. Y eso a mí me pone en alerta enseguida, porque pienso a ver si no estamos otra vez en el travelling de Kapò, buscando subrayar algo que ya de por sí es horroroso sin necesidad de subrayado. A los 15 minutos de visionado ya tengo claro que no estoy delante de un gesto como el de Gillo Pontecorvo. Sin duda es un mecanismo de representación potente, desgarrador y brutal, teniendo en cuenta que ya te están contando una historia potente, desgarradora y brutal
Kaouther Ben Hania dirige La voz de Hind, una película-dispositivo desde el momento en que decide reconstruir la agonía y muerte de Hind usando la llamada real grabada al servicio de emergencias. A mí me gana en el momento en que la realizadora decide contar toda la historia no desde el coche, no desde la niña, sino desde el servicio de emergencias.
Y está hibridando documental y ficción de una forma expositiva. Entiendo que haya gente a la que no le pueda gustar porque es muy visceral, pero el hecho de que no salgamos nunca de esa oficina, que solo los protagonistas ficticios aparezcan en plano, y que toda la tensión se construya en ese espacio cerrado, hace que la película sea soportable pese a lo que estás viviendo.
Yo vi la peli luchando conmigo mismo, diciendo «no me debería gustar, me está gustando, me está impactando mucho, esto es terrible». Como digo, esa metonimia del brutal genocidio israelí.






