Hace ocho años, Nathan Fielder fue invitado al programa de Jimmy Kimmel. El cómico había ganado mucha popularidad por su programa Nathan al rescate en el que ayudaba a negocios que lo están pasando mal. Sus ideas, aunque rocambolescas, eran muy originales y divertidas. Con algunas incluso llegó a colarse en los informativos. Una de las más virales fue en la que ayuda a una cafetería rebautizándola como Dumb Starbucks, parodiando así a la famosa cadena estadounidense. La cosa escaló y algunos pensaron que el artista Banksy estaba detrás del local y que se trataba de una obra contra el consumismo.
Hay un patrón en las apariciones de actores y actrices en el programa de Kimmel -y en cualquier otro talk show-: si vas tienes que contar una anécdota divertida. Fielder se dio cuenta de esta pauta y decidió crear la mejor anécdota de todas. Como no podía solo inventarla y tenía que vivirla, la convirtió en realidad antes de sentarse en el sillón del programa. Así queda registrado en el episodio ‘The Anecdote’ (4×04). El día en el que acudió como invitado, la actriz Kristen Dunst salió antes que él y contó una historia muy similar a la que tenía preparada. Aun así, cuando le tocó el turno a Fielder, el público reaccionó tal y como esperaba. A modo de reflexión, Fielder afirmó: «no importa cuántas veces la ha escuchado el público. Quieren escucharlo de nuevo».
Esto es, en gran medida, lo que ocurre con las carteleras de los cines en la actualidad. Hemos visto la misma historia cientos de veces, pero seguimos yendo a las salas a por más. Ocurre también con F1, una película que conocemos antes de haber visto, pero que, al igual que ocurrió con las anécdotas de Dunst y Fielder, poco importan sus similitudes. Son las pequeñas diferencias y la forma de contarla lo que la vuelven algo único.
«Sabes que no es falso. Sabes cuando algo se ha hecho de verdad»: ‘F1’, la inmersiva película sobre Fórmula Uno que ha superado el realismo de ‘Top Gun: Maverick’
Las emociones que activa en el espectador lo nuevo del director Joseph Kosinski ya han sido activadas muchas veces antes en el pasado, pero, esta vez, aumentan unos cuantos puntos. La razón es el alto grado de inmersión del filme cuando entran en juego las secuencias de carreras. Pura adrenalina.
Realismo en pantalla

Warner Bros.
La historia de F1 te la sabes. El filme repite la fórmula de las películas deportivas. Sonny Hayes, piloto que en su juventud alcanzó la gloria pero sufrió un accidente que cambió su vida, se reencuentra con un antiguo compañero. Rubén Cervantes es ahora dueño del equipo de Fórmula Uno APXGP y le pide ayuda: les está yendo muy mal y necesitan anotar algún punto en los Grandes Premios. Sonny, por amor al arte, se apunta a la propuesta. Su llegada rompe todos los esquemas del equipo: introduce nuevas estrategias y lleva a todos a dar lo mejor de sí mismos casi sin darse cuenta.
Kosinski asienta su firma tras Top Gun: Maverick: el realismo y la inmersión. Con el filme de Tom Cruise metió al público en un jet. Con F1, en un coche de carreras. Hay emoción, hay asombro, hay tensión, hay esperanza, hay nerviosismo y hay diversión. Todo ello salpimentado con un elenco liderado por un correcto Brad Pitt y un disfrutón Javier Bardem. Con inmersión no solo nos referimos a los momentos que ocurren en el circuito, también a la autenticidad con la que el filme se impregna: está rodada durante los Grandes Premios reales de la Fórmula Uno y hay unos cuantos cameos de pilotos como Fernando Alonso y Carlos Sainz.
F1 es, teniendo en cuenta el panorama actual, una suerte de resistencia en el cine. Hay cuidado y, sobre todo, un respeto hacia el espectador que lleva, desde hace años, engullendo contenido desidioso solo porque hay que producir -y cuanto más mejor- sin importar el resultado.
Cuando Fielder estaba terminando de contar su anécdota, supo que, si conseguía hacerlo bien con el desenlace, todo habría salido perfecto: «estaban esperando un gran final y, si lo clavaba, esta podría convertirse en la mejor anécdota de un talk show de todos los tiempos». F1 no es la mejor película deportiva de todos los tiempos, pero sí una de las mejores.